El director de una banda de menos de 50 músicos de un pueblo de León
estaba desesperado. Hiciese como hiciese la formación de sus músicos
para desfilar, siempre le sobraba uno que se llamaba Cano y tocaba los platillos.
Si colocaba a los músicos de 4 en fondo, le sobraba uno, el pobre Cano
que tenía que ir solo al final; si formaban en columna de a tres, el
problema seguía siendo el mismo: Cano y sus platillos otra vez solos
al final. Incluso cuando la banda desfilaba de dos en dos ocurría igual.
Luisa, la mujer de Cano, que era una gran observadora, propuso al director que
los colocase de 5 en fondo. Este le hizo caso y, ¡sorpresa!, todas las filas
quedaron completas, ya no sobraba el pobre Cano.